Por
mucho empeño que los numerosísimos hipócritas, interesados venales, y también
algunos ingenuos hayan puesto en su formulación y sostén, estaba más que
cantado:
El
Estado de las Autonomías, ese eufemismo teatral, es, con sus iniciales
mayúsculas, un mayúsculo y fracasador invento que ahora, con nuestras
agotadoras tormentas perfectas (la nieve, la pandemia, la ruina económica,
etc.) lleva una larga temporada poniéndose más que nunca de inocultable
manifiesto.
Y
la falsaria “cogobernanza” que los caraduras quieren vendernos es sólo un
despelote de tales proporciones que cada día que pasa nos aproxima a una
quiebra definitiva o a un abismo. Vale que habrá más palabras “ad hoc”; pero lo
gordo está en que ni con la resignación de la inercia ni con los disimulos
dolosos saldremos de esta agonía imperdonable.
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