Ahí
están, las incógnitas.
Toda
la gente, a lo que va a pasar, para este año que comienza. Unos, esperanzados;
otros, escépticos; ninguno sin un relentillo (o gravísimo repelús, según el
caso) de desconfianza, en manos de quienes está el pandero.
Si
no de truenos, no dejará de traer la caja (que no es de las de latón y delicias
que dan fundamentado prestigio a “La Despensa de Palacio”) asuntos que han de
sorprendernos, en el margen de ello que nos queda. En el entremientras…
Esta
pasada noche, vino con lluvia el viento que, entre sueños, me hace llegar el
rumor de giro de la veleta; el mismo viento que le va abriendo desgarraduras de
heroísmo de ficción a la bandera inventada que dejo ondear y que Maritere
restaura cada cierto tiempo, echándole paciente consideración a ese mi antojo
de navegante de secano canoso.
-Sí, no te falta más que darte al
retruécano, como Cabrera Infante.
-No ha sido más que una aliteración menor.
Prosigo.
Como
inaugurando con entusiasmo “el calendario que no tengo” todavía, en tropel ha
venido a desayunar la dotación de pájaros del jardín los trocitos del pan
matinal/cotidiano, ese rito que, en la distancia, ojalá siga compartiendo con
nosotros tu María. Un abrazo, don Manuel.
¡Muchas gracias, Maestro! No hace ni una hora que cumplimos con el rito de los pipis. ¡Otro abrazo para ti!
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