De
cuero y cremalleras, la bohemia
mantiene
enarboladas sus banderas.
Los
heroicos rockeros
que,
digan lo que digan, también mueren
se
empeñan en el sueño
de
todo lo que el viento se llevó.
Seguramente
al cabo
de
tantos años que contar podemos,
parece
que del todo no aprendemos
lo
vano de intentar ser memorables
con
nuestra inseparable condición
pequeña
y sometida a servidumbres:
un
armazón que apenas se sostiene
mientras
que Santa Bárbara no truene,
una
luz de quinqué que al corazón
le
amolda la razón de la costumbre.
-Te desconozco. ¿Acaso
no fue tuya también aquella guerra,
no eras un cantautor con su guitarra?
-Ahora soy un romano en esta tierra
de Cádiz, a la sombra de una parra.
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