Con
no insignificante frecuencia, me sobreviene la absorta admiración por el
entramado que nuestras neuronas, al decir de los sabios que a su estudio se
dedican, mantienen en constante actividad, y que nos va dando permanente observación
y conocimiento de este “cielo azul que todos vemos” y que resulta que “ni es
cielo ni es azul: lástima grande, etc.”
Con
entretenimientos variopintos y no siempre de garantizada utilidad, Lady Taladro
y el perplejo redactor que se os dirige por aquí, rellenamos en parte ese
tiempo que luego, vaya por Dios, nos va a escasear para otros asuntos. Pero, en
cualquier caso, no creo que seamos de los derrochadores más empedernidos.
Por
ejemplo, durante jornadas, se gestiona una suerte de árbol genealógico, cuyos
pormenores y altibajos presentan en ocasiones hallazgos como Baldomero. He
apuntado la posibilidad de resonancias heroicas en el origen de ese nombre. E
indagando, hay quien sostiene un vínculo que, siguiendo el hilo, pudiese
significar “famoso por su audacia”.
Esta
alternativa distaría de lo que nuestra costumbre popular y rústica ha llegado a
incorporar con el tiempo y el uso y la, llamémosle, distribución agraria y/o
campesina.
-¿Esto es la olla que se os va?
- Pudiera ser, pero no me interrumpas.
Porque
también días hay en que el archivo nos desentierra canciones que no siempre
hemos celebrado, antes bien, lamentables ejemplos de la segunda y tercera
división, perforantes leznas contra el cerebro y el paladar que deploramos y,
para nuestra desdicha, son pegajosas muestras difíciles de eliminar durante
demasiados minutos.
En
cambio, por mi cuenta, esta mañana, recordé la melodía deliciosa y simbólica
que fue “TELSTAR”; su carga, todavía ilusionada, de promesas para el que iba a
ser el futuro. Luego, es lo que os contaba de las neuronas, sin lógica, o tal
vez con ella, se me juntaban las notas que Joaquín de Úbeda, tan arcipreste
falaz como es posible, destiló como “El callejón de los sueños rotos”.
-Eso es el escarmiento, que no cesa.
-Eso es así.
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