Apuntalada ahora por los comunistas bananeros y otros variados adictos a la corrosión, la esencial y congénita desvergüenza del "rumboso" ha inaugurado sin demora el aumento cínico de la juerga que se avecina, ampliando el elenco de figurones/palmeros que con título de ministros van a ser cómplices obedientes de sus maniobras.
Estos, a su vez, desarrollarán todo un organigrama de subalternos que, con tendencia al infinito, servirá para enchufar paniaguados y estómagos agraciados/agradecidos que fortifiquen con inquebrantable adhesión una maraña descaradísima de incondicionales "hooligans".
Cuando "Arfonso" nos daba todo su apellido, jaleado entonces por su correspondiente cuadrilla, ni él mismo sabía hasta qué punto a España no iba a reconocerla "ni la madre que la parió". Últimamente se le escucha poco al respecto; quizá está ocupado haciendo recuento de qué parte le toca en los contemporáneos desaguisados, en el ejemplo sembrado acaso para esta generación de correosísimos percebes.
Puede que, de lo grotesco y lo escandaloso, nunca debiéramos reírnos.
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