Es ese punto de melancolía
que queda en el armario sin tu ropa,
esas perchas vacías,
en espera del brindis que con suerte
sonará nuevamente en nuestras copas.
Los desayunos y los "buenos días"
de la "casita" junto al mar se quedan
pendientes de las charlas que se enredan
en nuestras conversadas sobremesas.
Era de azul turquesa
(o, mejor, era más azul; mas menos
intenso que el color azul marino
-- delirios daltonianos de los finos
que se van de las manos --)
el cielo de la noche del regreso:
trasunto alternativo imaginario
de la colonia Maderas de Oriente.
Hasta que tus abrazos
regresen y tus besos,
la luna y el lucero de poniente
son un dulce aliciente.
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