Sólo el miedo a un despido
o a fulminante defenestración
mantiene a tus palmeros sometidos,
de acuerdo todos en tu adulación:
un coro de mediocres festejando
tu corto y torpe vuelo de gallina,
tus brazadas sin arte
de pomposo chulito de piscina.
Pero rápidamente, mira tú,
ha salido enseguida a la palestra,
con su mendaz retórica siniestra,
la resuelta embestida de ese ñú,
de ese tozudo tren,
que te corta las alas y el vaivén
de modelo de tonta pasarela:
esotro chulo de barrio y taberna
-- Diógenes sin linterna --
cambiándole el libreto a tu zarzuela.
Cuida tu retaguardia
porque, de ir reculando,
¿te imaginas por dónde te irán dando?
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