Declamando con cierto apresuramiento alguno de sus propósitos a medio cocer, el reciente aterrizado paladín se sometía, en el ruedo del desmesurado manoteador de la Sexta (¿la Secta?), a la novelería frivolona de los "analistas" de turno, ansiosos de sonsacarle cualquier detalle útil para iluminar la rutinaria mediocridad de las preguntas.
De unas preguntas que se caracterizan por ir precedidas de prolijos y farragosos exordios que en vano alardean de "centrar" cualquier aspecto de la cuestión que se trate, aunque apenas sirven para dejar en evidencia la plúmbea condición y el embotado relieve de esa cuadrilla de desnortados presuntuosos que las formulan.
Curiosamente, el entrevistado, mientras aparentaba escuchar, manuscribía con frenesí notas, en un estilo que acaso conserva mucho de los apuntes de la Facultad y que daba a entender una extraordinaria (o simulada) y virtuosa capacidad de bifurcar la concentración.
O sea, todos a cojear de sus respectivos pies.
-- ¿Te refieres al edificante espectáculo de la televisión que llaman "Al rojo vivo"?
-- Tal cual, tú.
-- ¿Y qué te ha parecido el señorín interviniente?
-- Como dicen en los toros (repásate el Cossío), "tardo en salir y de escasa presencia".
-- ¿Esperaremos por si un hervor le faltase?
-- Por cortesía, y por paciencia, que no quede.
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