Durante años procuré encontrar por las perfumerías el mágico frasquito lobulado que, al parecer, había dejado de fabricarse con la desidia clásica que hace a los mercaderes desentendidos de nuestros recuerdos, de nuestras más tiernas tradiciones y nostalgias.
Y ahora, por algún movimiento que han debido detectar (porque sólo los guía el interés crematístico, como decían los de la editorial de aquella compañía de discos), vuelven a programarlo y aunque la distribución todavía deja que desear, a través del infinito laberinto de nuestros días que es la agotadora RED, la Almendrita lo ha localizado para mí, en gestión casi inmediata.
Llega en menos de dos días y reproduce con fidelidad el formato y los detalles, la estética original de cuando entonces, para que recobremos, mamá, una oleada de sensaciones nunca olvidadas por lejanas, una victoriosa vuelta simbólica a ese pasado del que sólo los insensibles reniegan.
Con deciros que incluso, como antes, flota en el líquido (ámbar claro, casi de whisky) la maderita que a aquella fantasía oriental daba su nombre, ornado de luna y de cúpulas y minaretes...
Y cómo se llama ese perfume de tus recuerdos?
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