Son los últimos románticos
que a volar ponen sus cometas,
confiándoles sus sueños
y sus querencias más secretas.
Mensajeras por el aire
en fantásticos itinerarios,
su donaire es elegante:
una música sin horario.
Y aunque a veces el viento cede
y padecen cierto letargo,
luego remontan renovadas
con empuje grácil y largo.
En los dibujos indirectos
que con alegría ensayan
parece que establecieran
un dialecto con la playa.
Y como restos de un balneario
o de un resplandor de vitrales
son, al moverse desiguales,
un delicado ballet legendario,
ajeno a que la conjura
de los drones y su armadura
ya invade nuestro futuro
con presentes claroscuros.
El Hipocampo, en el acuario,
contempla a esas bailarinas:
joyas y rizos imaginarios
de esmeraldas y aguamarinas.
Me encanta
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