Desayunar sin ti tiene otro rito
que se despoja ya de ceremonia:
más breve, escueto y sobrio de apetito,
de protocolo y de parsimonia.
Archivadas se quedan de momento
nuestras azules tazas de las flores,
mientras centramos con el pensamiento
las contras y los pros de los temores.
A veces la canción requiere tiempo
y compases de espera. Este silencio
en que queda la casa nuevamente
(sin "hola" en la escalera descendente),
¿durará lo que dure? ¡Qué sabemos,
qué sabe nadie de las cuarentenas,
de la exigente boga de los remos,
del trámite que representa apenas
desayunar sin ti!
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