Con un enhiesto y agrio rencor de miliciano que hubiera trocado el relativo y presunto arrojo en cobardía inmaculada y servil, puede que termines saliendo adelante con tu ansioso propósito.
Sólo que, con cuarenta y tantos años de retraso y otra cuenta parecida desde aquella derrota, cuando decides ser ahora el portavoz de la frustración, el voluntario heredero del lastre incómodo que siempre supone una "deuda" que se quedó por cobrarle al viejo -- muerto en su cama, ¡ay! --, no es fácil conceder que te parezca apropiado, entre tus variadas triquiñuelas y disimulos, sacar pecho, machote.
¿Y qué preferirás colgarte: una heroica y conmemorativa medalla o bien un escapulario humilde y santurrón?
No hay comentarios:
Publicar un comentario