Los rencorosos. Los revanchistas. Los envidiosos. Los vengativos.
Que no hay enemigo pequeño, Sire, y muchas pirañas encarnizadas pueden aunarse para devorar la presa que se tercie.
Había ansia, impaciencia por el relevo, al precio que fuera. Para recuperar de urgencia los avinagrados objetivos de siempre, para volver a la persecución, la saña, el odio, las ruindades. Sacar a pasear la basura que, unos más y otros menos, ¿quién no tiene?
No importa el tiempo pasado, por mucho que transcurra: el encono es el rayo que no cesa.
Como no sean los chivatos y los traidores (cuando ya no participan), veo difícil encontrar otra gente que se iguale, en la condición malsana y despreciable, con los arriba enunciados.
A lo mejor, la gente que tira la primera piedra es la única que merecería ser lapidada.
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