Cuando Echenique Podemita,
desde su trono infortunado,
lanzó su cántico procaz,
nos pareció un desaguisado.
¿Una enconada calentura,
un vulgar rapto de machismo?
¿O un excedente de basura
en una pausa de marxismo?
Un resbalón, cualquiera tiene,
no hay que tirar la primera piedra
aunque, ante el público, la higiene
mental conviene a aquel que medra.
A lo mejor, arrepentido,
un confiteor reza en su garita,
lamentándose del mugido
de su grosería inaudita.
O se flagela cuando siente
las salmodias de Becky "YI"
(sus gorgoritos y oratorios
y cantigas de tono irrisorio),
planteándose astutamente
un taquicárdico otrosí:
¿Accedería esa prima donna
a un contrato de carnaval?
¿Con pijamas o sin pijamas?
¿Y SIN seguridad social?
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