La afirmación con la que se cerraba el "blog" del otro día viene de aquella fórmula con la que Violeta Isabel Bott -- ricitos, hoyuelos, temprana tiranía femenina -- manifestaba su imperiosa determinación y su poder omnímodo y seductor sobre el capitán de los Proscritos, como algunos nostálgicos identificarán, si se ponen a remover los enseres acumulados en los desvanes de la memoria.
Pues bien, de nostalgias y melancólicas referencias se nutre la actualización de aquella película (mítica, legendaria, quizá sobrevalorada y desde luego ejemplar de vanguardias y diseño) que causó la delicia de numerosos y fascinados espectadores, entre la "movida" y la cocaína postinera de unos años más presuntuosos que auténticos.
Ahora airean su secuela, impresionante de música y escenografía, apocalípticos futuros de maxihipermegatecnologías, milagrosos hologramas y, ay, elementalísimo y minimalista argumento, para servir de pretexto a los recuerdos un tanto desvanecidos y otro tanto apolillados del mencionado film de aparatoso culto, y a las sugestiones de una esquizofrenia entre lo que vendrá a caballo de las ansias de la más moderna modernidad del mundo mundial, y el inevitable pasado, única realidad disponible que guiña a Sinatra, Marylin y Elvis, a los casinos de toda la vida, los bares "retro" y la decadencia en la que nos han pillado a todos, se reconozca o no, queridos.
Con eso, ya se puede repetir la ocurrencia de "Blade runner", con el año que Vuesas Mercedes se dignen elegir.
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