No hay que ser ni profeta. Y más que nadie, Mariano, tú los conoces bien: quieren que cargues tú solo con el marrón y así, de inmediato, la jauría saltará sobre ti, poniéndote a caer de un burro. Los enemigos declarados y los infames que te venderán, que son casi peores.
Y con Felipe, lo mismo: si habla, que por qué habla y ¿por qué no habla?, dirían si no lo hiciera.
Son, ya sabemos, los perros del hortelano.
Y la Hidra, que creció demasiado. Así que el lío ya es que hasta las personas normales se van hartando del coñazo infinito que se les echa encima, y van perdiendo los buenos y silenciosos modos, la cordura y la mansedumbre.
Ahora, cuando una manifestación opuesta se encuentre con la que plantea la horda esa, tan cívica, tan democrática y tan pacífica, ¿qué podrá esperarse?
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