La insaciable ambición y el fatuo ego
son tus únicos timbres de firmeza:
te juro, tío, que ya dan pereza
tus fementidas mañas y reniegos.
Y como mercader de ambigüedades,
frivolidad y renuncios de necio,
tu talla se acredita cantidades
y concluimos que "no tienes precio".
La infinita torpeza
con la que han consagrado tu regreso
atónitos nos deja, de una pieza;
que ya sabemos de qué pie cojeas
y que estando tan mal de la cabeza
no nos la das con queso.
Tu contumacia inquieta y adventicia
tiene tan alto grado y tal calibre
y es tamaña tu célebre impericia
que solamente al fin nos va a quedar
rogar a Dios piadoso que nos libre
de tener que volver a soportar
las graves y mentales diarreas
de todas tus inanes asambleas.
¡Pedro, por Dios...!
Post scriptum:
Al discreto lector, hoy solicito
paciencia por si acaso me repito
en estos versos de intención fiscal;
y no se tome a mal,
en medio de este turbio temporal,
que llame extravagante aerolito
al juego que está dando ese mocito.
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