No hay que escarbar demasiado en la memoria para encontrar las generosas, prolijas y reiteradas muestras de la mofa, befa y escarnio que contra Ana Botella hicieron sus "brillantes" detractores con motivo de aquella taza de café con leche pasada por el filtro del idioma imposible que, con ínfulas de inglés fonéticamente académico, intentó la buena mujer, dejando tras de sí la estela inolvidable de su olímpico patinazo "artístico".
Ahora, dentro del guiñol municipal que en la Villa y Corte (y no sólo allí) tienen montado entre unos y otros los próceres lamentables y los bufones de la ocurrencia entre paréntesis metida, que diría Don Francisco, la imperecedera Carmena, bastón de mando inverosímil, preclara gestora de los carnavales extraterrestres y otros despropósitos y ordenanzas, acaba de demostrarnos su habilidad políglota en la tarima donde se despedían los recientes actos de la conga multicolor.
Bochorno por bochorno, qué calladitos y disimulones parecen estar los intérpretes de la otrora desaforada rechifla, los falsorros cosmopolitas de nuestra más enana progresía.
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