Las siete de la mañana.
Estragados por los excesos de la noche en vela, habiendo sembrado a su paso botellas de vidrio rotas, bolsas de plástico, cáscaras de lo que sea y más de cuatro rotundas vomitonas, nuestros "jóvenes estupendamente preparados" empiezan a recogerse, cada mochuelo, a su olivo, entre el agotador pasmo de las risotadas ya sin ganas y los fragmentos de una cháchara deshilvanada y vulgar, decorada con lo más pulido de las palabrotas y los lugares comunes.
Son, es de suponer, los herederos del futuro, el relevo de la antorcha, cirujanos, abogados, grandes gestores, políticos, ingenieros de las finanzas, arquitectos, etc.,etc.
En la bola de cristal no queda claro que vayan a madurar a tiempo; y mientras...
La horda residual que permanece
empecinada en profanar la playa
como una cuadrillita de canallas
(que adjetivo mejor no se merece),
es la tropa porcina y descuidada
que en el semblante lleva las señales,
con marcados acentos guturales,
de empanadas mentales con las cuales
"celebró" a su manera otro San Juan.
Con titánico arrojo denodado,
retira sus detritus, reforzado,
el equipo que hoy hace limpieza:
paseos y jardines han quedado
en parte destrozados
por estos vándalos y su torpeza.
¿Imagináis a estas criaturitas
sufriendo, víctimas, con el calor,
las becas, las profundas "escuelitas",
interesándose por los sonetos
que Garcilaso urdiera con amor?
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