Para que se vea que una mujer puede ser peligrosa (que no lo decimos como términos sinónimos, ni por un brote de misoginia), la Chastain interpreta a la implacable, prepotente y retorcida Sloane en la peli sobre su "Caso", bordando cumplidamente el personaje, con una aleación de dureza y antipatía de importante diseño, al margen de sus hechuras resultonas y aunque de momento no alcanza a la esotérica y elegante, malvada seducción de la Green, claro.
Desorienta un poco que el maniqueísmo del guión organice al final esa suerte de explicación/expiación de los motivos de Sloane, que no terminan de redimirla y que casi nada mitigan la frialdad de acero y el hondo encono fundamental de esta beligerante y ferocísima arpía.
El viento, ya por la mañana, se estaba poniendo más que animoso; y cuando salimos de la sesión matinal, pasadas las dos de la tarde, se terminó de encrespar y era todo un espectáculo, la vista del Puente, la avenida de azotadas palmeras, la Zona Franca, el istmo de siempre entre Cádiz y San Fernando, hoy de revoltosas crestas blancas de la espuma sobre el verde del mar.
El roadster, romántico y veterano como una soñadora Abuelita Berta, algo femenino (tiene sus días) y quizá un poco temeroso en razón de la edad, iba rezongando:
-- No falta más, ahora que nos arreglaron la avería, sino que se nos cayera encima una rama de éstas, de los árboles enloquecidos...
-- Vamos, no seas gafe: ya sabes cómo es esto.
-- Sí, sí, pero conduce con cuidado que vamos a salir volando.
-- O flotando.
-- ¡Digo!
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