Ruidos opuestos con el autobús, con la “libertad
de expresión blasfema” del carnaval, con la tira de tiras y aflojas…
Hay que reconocerles la capacidad de
sugestión, incluso hipnosis, la insistencia y la gran inversión en prebendas,
enchufes y pesebres, concedidos a fans y amiguetes del taller.
El resto del truco no es misterioso: se
apropia uno del término “progresista”, bendito y evocador de bienes donde los
haya, y se va lavando el cerebro del personal durante décadas, machacando en
indesmayable y tendenciosa propaganda la idea de que los conservadores (la
derecha, que también es verdad que tiene lo suyo) son los únicos malos, hasta
el punto de que nadie se atreva a decir o pensar cosa en contra, por miedo a
ser de inmediato tachado de fascista o algo peor, acorralando al adversario con
tal tesón y malas mañas que termina acomplejado a fuerza de sufrir el chaparrón
infinito de las descalificaciones.
Luego se ejercen con método la
hipocresía y el cinismo y cátate democracia donde, menos el pensamiento único
de esta seudoizquierda tramposa, todo es ilegítimo, vergonzante y censurable,
los cristianos, lo suyo es echárselos a los leones, más o menos.
Con intereses de usura se cobran los tiempos
en que, por rojos, los asimilaban al demonio.
Pero queríamos la democracia (una
verdadera, claro) para que todos, todos, dentro de la ley, pudiésemos opinar y
pretender sin ser insultados ni perseguidos.
Pues va a ser que no, mira tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario