Ahora que esos hipócritas que son los manipuladores del Planeta han conseguido rellenar el calendario con celebraciones impostoras de "el día de esto, el día de aquello y el día de lo otro", espero con apasionado fervor, con ilusión ilimitada, que se declare en cualquier momento "el día mundial de la Chorrada Superlativa".
Mientras, con la mansedumbre del más infumable rebaño, vamos satisfaciendo nuestros falsos ecumenismos seguidistas con el trastornito semestral de los relojes y con esos apagones del alumbrado público, tan solidarios, tan simbólicos, cuyo ejemplo nos dan los monumentos más famosos del Orbe, para que incluso las modestas farolas de los sesudos ayuntamientos hagan, no faltaría más, causa común.
Cualquier cosa, menos una orden inapelable que regule e impida el salvaje expolio al ciudadano de la factura de la electricidad, cachondos de mi vida.
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