Yo nunca fui "niñero"
que, gramaticalmente,
distinción nunca cupo
en limpio castellano
hasta que los idiotas
salieron de ese armario
de las ideologías
y las torpes manías
de modos arbitrarios,
y la revisión boba
de los vocabularios.
(Ahora van pretendiendo
que digamos a coro
"español, española"
y los demás antojos
de la misma vitola
que con gran estruendo
estamos escuchando,
mientras nos van llegando
las "rojas" y los "rojos",
"las moras y los moros".)
Pero no voy a eso.
Y cuando tú viniste,
y te vi y parecías
como una tortuguita
en medio del despiste,
que ya pugnaba entonces
por alzar la cabeza,
entendí que serías
la excepción de mi regla,
que otra naturaleza
de enorme sacudida
iba a cambiar mi vida
y el magnético Norte
de mis brújulas locas
hacia nuevos resortes.
Hoy -- factura implacable
que pasa el almanaque --,
es el cuarto de siglo
primero de tu cuenta.
Y tu "planta" admirable
y tu espléndido empaque
de rumbo favorable
(con la leve tormenta
que en la playa se apunta)
me dan para el cariño
de estas líneas adjuntas,
IRENE.
"Como una tortuguita en medio del despiste"... esa frase me mató.
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