En ese espejo de recuerdos nobles
y símbolos que afloran por su casa,
entre libros, amigos y sosiego,
ella su tiempo y reflexiones pasa.
Cuatro o cinco mil años transcurrieron
del cruce último que compartimos;
conque un día, al azar, nos reunimos
a comentar las cosas que ocurrieron.
Vericuetos y trances que he vivido
comprendió con prudencia de adivina.
Comparados con los que de si dijo
(si exagero un pellizco),
lo mío eran naranjas de la China.
Casi sin pausa hablamos esos días
regados con cerveza, con sangría,
con cava, Tanqueray
y casi todo lo demás que hay,
que yo entonces no estaba retirado
de aquella vocación y apostolado.
Guasa zumbona, seriedad y llanto,
críticas constructivas o mordaces;
modesta revisión o, a cal y canto,
catálogos reales o falaces.
Hubo de todo y siempre
con gran tranquilidad y con buen modo.
Por cierto, aseguró que dejaría,
en breve, el vicio de la nicotina:
hace bien, que, me consta, ese veneno
también es discordante golosina.
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