Con un punto de moderada desconfianza, que luego resultó injustificada, me fui a ver "La belleza oculta", que remueve a fondo sentimientos, mientras se reserva alguna sorpresa para el desenlace.
No descarto que gran parte del público sea impermeable y más bien dado al atolondramiento. Conque quizá no sabrán apreciar las líneas esenciales de un guión convincente; el trabajo de unos actores -- reparto de mérito -- que raya a muy buena altura; y una banda sonora que se manifiesta con limpios e inspirados pasajes.
Parafraseando a mis amigos de Cataluña, que los tengo, vaya que sí, a más, a más, nada podría ocultar la belleza que Kate Winslet (desde aquellos planos de la memorable "Titanic", donde ya apuntaba una joven y lozana seducción) ha ido ganando, atesorando, con madurez y aplomo.
Por otra parte, está "Comanchería".
Vuesas Mercedes ya saben, desde el colegio, que el Oeste es uno de los puntos cardinales. Pero más concretamente, cuando se dice el Oeste, suele hacerse referencia al Oeste americano, o sea, de la América del Norte, o sea, descontando (antes más) por lo general Méjico. El Oeste del cine, según USA.
Pues bien, para que quede claro que queda "Oeste", y además, bastante salvaje incluso hoy, aquí entra "Comanchería", que es cualquier cosa menos una fiel traducción del título original.
Comenzando con una canción de pícaros compases de amalgama, durante los créditos preliminares, luego siguen algunas otras, que añadirán carácter y jalonarán la aventura de los dos hermanos, medio forajidos, medio justicieros, con un toque épico y otro de road movie, que es la expresión "entendida" para designar las "pelis" donde, entre otros aconteceres, abundan las carreteras, polvorientas o no, los moteles y, con alegre frecuencia, la vistosa influencia de las armas de fuego, etc.
Entre el legendario Jeff Bridges y los demás, se pasa bárbaro.
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