Como Martin Scorsese suele ser firma de garantía, me fui a ver "Silencio".
Más larga que profunda, más agoniosa que solemne, cuesta averiguar qué cosa se pretende con el asunto, fuera de la reflexión sobre las ingentes dificultades que comporta la iniciativa de trasplantar culturas, religiones y otras zarandajas del pensamiento y los sentires, desde un lugar del mundo a otro, y peor si son tan remotos y diferentísimos entre sí.
Desde Chiclana de la Frontera, los japoneses de elaborados jardines sinuosos, abanicos volubles, laberínticos propósitos y objetivos, con sus ojos sesgados, su concentrada calma chicha (la taimada y ceremoniosamente cruel sonrisa del "INCUISIDOR"), y sus inefables restaurantes de recetas misteriosas, no son lo más tranquilizador ni lo más fácil de entender.
Y, ¿cuatro o cinco siglos atrás?
Entre esto y la subida vertiginosa en el precio de las gasolinas, la cuesta de enero ...
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