Cuanta abundancia hermosa en ese escote
atrae mi atención y me subyuga,
me induce a ser en ti tocata y fuga
y, de tu barco, eterno galeote.
Para tu rito, sumo sacerdote
a quien tu piel de seda ya sedujo;
y el resplandor que dan tus ojos brujos
mi más rendido y voluntario azote.
A naranjas diría que desprende
un aroma tu cuerpo tropical:
un levantino viento musical
de una oriental odalisca con duende.
Si en tal trance me viera Garcilaso,
no sé qué pensaría;
mas seguro que asaz comprendería
cómo me siento, de tu amor, escaso.
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