Sostiene don Gabriel García Márquez que, en los viajes, parece que el cuerpo llega antes al punto de destino; y luego, con cierta misteriosa demora, ese elemento evanescente, inaprehensible, que los místicos llaman alma y otros llaman de diferentes modos.
Claro que él lo conecta con los vuelos en aeroplano, que los hay en estos tiempos de tal modo veloces, que probablemente tienen no poca parte en el fenómeno de referencia.
Mi reciente "vuelo", de muy otras condición y características ha sido. Y aun así, seguramente por lo que de nuevo dejo atrás, me produce similar efecto. Será el teléfono otra vez el medio de comunicarme con la Dama de los Rizos.
Yo no digo que el alma que me queda permanezca enteramente a su lado, y tarde en llegar: pero algo hay.
Y son cosas del cariño, ya lo creo.
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