Con rotunda precisión, Esperanza Aguirre los llamó (cuando formulaban o esbozaban pactos, alguno de los cuales ya se ha ido al traste) perdedores.
Y son esta gente que se resiste a aceptar su derrota ante un Mariano Rajoy que, en cambio, ha salido incluso reforzado de las segundas elecciones. Y estamos al borde de las terceras, fenómeno extravagante que demuestra lo malamente que "se ganan" el sueldo nuestros políticos.
La inquina de carácter casi personal que se ha azuzado contra Mariano no se debe tanto a su gestión como a un capricho estúpido de los envidiosos aspirantes fracasados. Por otra parte, implica una recalcitrante insolencia decirle al presidente que estorba, que sobra, sin más; afirmación que podría hacerse de los otros, y de forma menos gratuita.
Acorralar a este gallego, bloquear su intento de ser investido y dirigir el gobierno, acarreará más perjuicios (esquivada la multa de dos mil millones de euros que casi nos ponen desde la Unión recientemente, en el horizonte hay otra de seis mil cien) que ventajas, y evidencia la mísera arcilla de la que están hechos esos impotentes perros del hortelano que cacarean como una patética letanía quítate tú, "pa" ponerme yo.
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