Con el resuelto propósito de superar, en la condición empachosa y cansina, a lo más granado de nuestros políticos, este tándem de tótems asoma a TODA hora por la televisión para impregnarnos con los detalles que adornan sus andanzas, muchas de las cuales ya nos eran conocidas y cuyo agotador acervo se nos amplía ahora hasta muy altas cotas, difíciles de igualar.
Al asunto, al "formato", lo han bautizado con la temeraria, pintoresca y contrahecha expresión docu-reality, que debe henchir de orgullo y gozo el corazón de su ocurrente creador y que ya debería habernos puesto en guardia sobre lo que iban a endilgarnos.
Sea como fuere, y dejando de lado la todopoderosa consideración de las audiencias, el resultado, entrevisto a rachas apenas soportables, se diría que está por debajo de la ambición, y probablemente quede como un ejercicio de idolatría no merecida, a fuer de exagerada, que pudiera terminar quemando a sus protagonistas.
Saturada de llamas, la combustión solar de Ícaro acarreó su final.
Se me dirá que el Ave Fénix, por el contrario...
Cualquiera sabe.
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