no iremos a pavonearnos (como solíamos, y con sobrados motivos) ante la nutrida cofradía que se congrega en Jerez.
Se ha interpuesto el Destino que caprichosamente y con cruda exigencia nos cambia los planes, sin avisarnos, sin que podamos prever ni siquiera el minuto siguiente de nuestras vidas.
Y con todo, las cosas siguen su curso, y nadie apenas tendrá memoria de nosotros cuando se nos dé de baja definitiva.
Cura de humildad, medida de nuestra insignificancia, humos bajados, no importa cómo se le llame: si tenemos suerte -- que mucho se trata de eso -- el año que viene estaremos, como antes, luciendo tus azules y tus cromados de Clavileño Estelar (ahora que removemos con la conmemoración las figuras y personajes espléndidos de Don Miguel), tardío e inexplicable --para casi todos-- romántico que soy, entre los colores negros predominantes del Gran Premio.
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