Deplorable tu acobardado llanto (tus pucheros, tus invocaciones a la conmiseración vecinal, a la que seria discutible piedad de tus paisanos), a la hora de la verdad, al comprobar que no podías esquivar el "trullo" ni con los corifeos del jaleo que, como de costumbre, andan con el ancho del embudo, hipócrita y zafiamente disfrazado de reivindicaciones de los derechos del pueblo -- que es cierto que las hay -- y te hacían ronda y respaldo.
Ahí se esfumó tu "bravura", y no llegabas, en ese trance, ni al remedo tardío y patético que con torpeza pretende simbolizar esa gorrita al revés, con una estrellita (que no es la de la Castro sino la del Ché de los carteles trasnochados), más antigua que el campo de tus amigos sindicalistas.
Vaya parche, tronco.
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