Bajo salvajes pretextos que al parecer pervierten de manera abominable su propia religión, los fanáticos del terror se proponen acabar con todo lo que tenemos, porque no les gusta o porque les gusta demasiado y lo quieren para sus rabiosos y rapaces antojos.
El pulso es desigual. Y lo vamos a perder por decadentes, por falsos demócratas fingidos, por ilusos de las estúpidas utopías buenistas.
Y es que los invasores no quieren asentarse y participar con buenos modos; ni integrarse con respeto; ni "llevarse bien" con nadie. Sólo pretenden nuestro sometimiento y nuestro despojo. Como aquellos versos "...la Europa os brinda espléndido botín: sangrienta charca sus campiñas sean, de los grajos, etc."
Porque, y no será la primera vez, con la cobardía de nuestra sociedad materialista y repugnante de molicie (gente opulenta, afeminada ya), estos bárbaros tendrán muchas facilidades para liquidarnos.
Y ayudados, para más inri, de mucho mierdoso que anda suelto por nuestros propios patios.
Espronceda. Fueraparte del estilo, que nuestras mediocres lombrices contemporáneas tacharían de flamígero, heroico y ampuloso, de marcial y hasta de machista, que lea quien quiera su "Canto del Cosaco".
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