Con el desparpajo que suele caracterizarlos, los traviesos chicos de Convergencia Democrática (es un "entrecir") de Cataluña han resuelto cancelar su denominación de origen y discurrir otra, en sustitución.
La idea, al parecer capitaneada por el lustroso y al tiempo alicaído, terne aunque prolijo de meandros, inquieto Arturo, pretende así que el público fervoroso y vitoreante se confunda o se olvide de cuánta celebridad han ido acumulando mediante unas fabulosas y numerosas actuaciones que los han vuelto notorios en demasía y en unas "especialidades" que hacen las delicias de unos espectadores, causan el ancho asombro de otros y dan pie a los negocietes y chollos de la peña afín.
El plan, juncal, rumboso, tan cañí que sólo faltarían Chaves y Griñán, y tan precipitado como ausente de sutileza, tiene visos de no funcionar; aunque hay que reconocerles el tesón y la firmeza impermeable con la que se agarran a la supervivencia, soltando una tinta de calamar que servirá para cualquier cosa menos para procurar la limpieza de las aguas.
En fin, ya sabéis esa expresión de los mismos... con distintos... Pues eso.
Este Arturo lleva años rabiando de envidia (defecto que le hace más español de lo que quiere aparentar) por los reyes (que sobran en cualquier país) y se ha inventado que la región española Cataluña ha sido alguna vez un "país", para intentar el avaro capricho de "reinar". En realidad, no deja de hacer el ridículo, diciendo que un dialecto es un idioma, que una región es un país, y poniéndose su nombre en inglés.
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