Yo no veo muy seguro que lo nuestro
durase. Pero…
Como dice José Mota, ¿y si sí?
¿Por qué, entonces, debería renunciar al
placer de tus hombros y escote suntuosos, a tu taurina grupa, a tu melena,
densa sombra apasionada; a tu voz que me ha dicho, con repentina inspiración o
casual e impremeditado arrebato (esto no lo sabemos), “te quiero mucho”?
¿Por qué, entonces, no incurrir otra vez
en el folio de la Trilogía del Verano*?
¿Y por qué no dejarme inundar ahora por
aquella intención tuya en la página 33 del “Sello de la Casa”?
* “Verde Veronés”, página, vaya, 69.
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