Su verdadera historia, sus orígenes.
Que son, por cierto, algo indirectos y, naturalmente,
desconocidos para casi todos los que gustaron y gustan de ella.
Hacia el final de la grabación del único álbum que
presentamos con Solera, allá por 1973, José Mari Guzmán aportó la música de un
tema que llegaría a cristalizar luego como “Tiempo perdido”. Sin letra todavía,
en un primer momento nos encargó a los Hnos. Martín y a mí la tarea. Aunque
finalmente desestimó tanto la letra que presentaron los Martín como la mía,
optando, con criterio quizá más pragmático que salomónico, por otra que él
mismo había terminado por redactar. Así quedaba el definitivo “Tiempo perdido”.
De manera que mis versos sobre el pintor enamorado de su
modelo quedaron en espera de una música cuya revelación no tardó en llegarme y
que cuajó en el “Sólo pienso en ti” que tantas adhesiones y versiones ha
concitado con los años.
A cada letra que me fue encargada, le puse todo el
oficio, el rigor y el empeño que luego, es sabido, han seguido caracterizando
mi trabajo. No fui cicatero: ofrecí lo mejor de cada momento. Si se hace la
prueba de encajar el texto de “Sólo…” sobre la estructura musical de “Tiempo…”,
se entenderá la correspondencia.
Rodó con suerte “Sólo pienso en ti” y el texto, soñador y
contemplativo de la mujer (como tantos otros de mi personal travesía) encontró
su música, creo que elegante y pausada, compuesta a medida, mejorando acaso su
inicial destino. Una música en la que no se conectarían a simple vista, a
simple oído, la Venus del Espejo y la distante evocación de un “oeste” que dejó
arañado un último abrazo con mi violín; y, en el intermedio de la canción, una
variación a octavas del piano, cuya recatada y pícara paleontología roza con
sigiloso homenaje al Dylan de
“Autorretrato”. Desvelo este matiz, cuarenta años después, porque la parsimonia
no me es ajena.
Era yo joven y andaba sobrado de imaginación: no hubo, en
ese caso, necesidad alguna de “musas” de carne y hueso.
Desmonto así, para los curiosos, cuya cortés atención
agradezco, el tonto e inútil gol que haya querido apuntarse cualquier pretendida
inspiradora, cualquier remota y, por lo visto, desnortada “ex”.
Una peripecia similar sucedió, años después, con “Fiesta
de carnaval” (Solera Reservada, 1987): texto encargado por un productor
italiano para Trigo Limpio, fue rechazado y yo lo completé y estrené con mi
propia música.
Es verdad que el aficionado elucubra por su cuenta con
las canciones. Aclaro que la luz de “Cuarto menguante”, en realidad, también
procede de diferente y desentendida estrella.
El Destino va decidiendo y no siempre es enemigo.
Y que Dios nos libre de según qué arrepentimientos.
Estupefacto me he quedado al cantar la letra de "Solo pienso en ti" sobre la música de "Tiempo perdido" y más aún al saber que esa maravilla de texto surgió por encargo y con el hándicap de tener que encajar en una melodía ya existente. Nunca podré agradecerle suficientemente a Guzmán que la rechazase.
ResponderEliminarFeliz 2015, querido Rodrigo. Que este año venga cargado para ti de inspiración y, por supuesto, de Belleza.
ResponderEliminarMe ha interesado mucho esta entrada acerca de los orígenes de tu magistral tema "Sólo pienso en ti". Al seguidor atento siempre le interesa descubrir la génesis y los alrededores de las obras que admira.
Suscribo todo lo dicho. Y si esto fue fruto de la pura imaginación, no quiero ni imaginarme lo que hubieras producido en caso de experiencia carnal...Feliz año, maestro!!!
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