lunes, 29 de diciembre de 2014

El violín, esa maravilla peligrosísima



Por Internet hay gente que pomposamente “navega”. Y otros que naufragan.
Adscrito al segundo de estos contingentes y, a mayor abundamiento, neófito puede que incurable, el Hipocampo, que no es del todo imprudente y no suele alejarse del acuario, en ocasiones se entretiene con la observación de algún fino hilo en la trama de ese infinito tapiz; de alguna reluciente tesela en el mosaico creciente, incesante de esa virtual torre de Babel.
No creo que exista un instrumento musical más difícil y más seductor, más traidor y, al tiempo, más sutil y capaz de los mejores prodigios, cuando se halla en buenas manos y además revive y nos traslada la sensibilidad, el arte, la superior inteligencia y el poder creador de un genio como, digamos, Juan Sebastián Bach.
He tenido la suerte de tropezar, deambulando por los intrincados laberintos del Plegablito, con Francisco García Fullana, con Lana Trotovsek, con Anne-Sophie Mutter.
Desconozco su rango en el previsible escalafón. Pero vayan aquí mi admiración y mi gratitud.

Y también, en rancho aparte, anda por ahí Tina S., de pavorosas posibilidades. Me da que la especie está mutando.      

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