sábado, 13 de diciembre de 2014

30 euros



Como marcado por el Destino, desde sus más ilusionados y algo atolondrados años en los que cursaba el Bachillerato, experimentó una atracción natural por las artes en general y, en particular, por la literatura y el dibujo; la música ya lo había hecho suyo desde niño.

En cambio, percibió con cierta ansiedad aunque luminosa certidumbre que el “mundo de la ciencia” se le ofrecía como áspero, a juzgar por la física y la química, antipático, ídem. por las matemáticas, y/o tirando a frío, desde aquellas iniciales aproximaciones.

Tan lo sintió así que, a la primera oportunidad, en la bifurcación que los vigentes planes de estudio le permitieron (superada la Reválida de 4º), eligió con absoluta determinación la opción LETRAS.

Y aun encontrándose con la inesperada alambrada de espinos que supuso el griego (la asignatura), mantuvo su convencimiento de que había decidido lo correcto.

A lo largo del tiempo de su vida, en numerosas ocasiones volvió a experimentar aquel rechazo primero, fundado en un considerable desapego y en cierta, y curiosa, incapacidad para asimilar de manera cómoda los procesos mentales afines a esa parte del conocimiento.

Cuando se le ha echado encima, como una aplastante, ominosa maldición o condena, el creciente predominio, la casi insufrible invasión de las “nuevas tecnologías”, es presa del terror: divaga en procelosos océanos de asustada ignorancia, sostiene una lucha estéril contra los teléfonos móviles, las maquinitas que encuentra en los aparcamientos al momento de pagar, las que expenden incomprensiblemente los billetes del Metro, cuando osa aventurarse en las catacumbas del de Madrid… Tiene que finalmente contratar a un técnico que resintonice las emisoras de la tele, porque los altos dignatarios que dirigen nuestras vidas, en forma inexplicable y odiosísima, han ordenado el arbitrario trastorno de las frecuencias o como eso se llame, en las que solían transmitir sus admirables enseñanzas, etc., etc.

Lo extremo de su deriva está por encima de toda ponderación y es de tal modo inverosímil que llega a producir hilaridad o incrédulas burlas entre sus escasos conocidos.

¡Un técnico de pago!: 30 euros.    

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