A la vuelta de un puñado de años, releo “Noticia de un
secuestro”, escrita con una sabiduría proverbial y desarrollada con una
sobriedad quizá deliberada y necesaria, aunque por fortuna no exenta de algunos
sabrosos y hermosos destellos de la garantizada y genial exuberancia que
caracteriza y adorna toda la obra del autor.
El asunto transmite con tensión una atroz realidad; se
entretiene convenientemente en lo que plantea; y con naturalidad acelera, hasta
que las páginas del tramo final dan ganas de aplaudir a fondo, tanto como las
primeras nos capturaron la atención de inmediato.
Escasos reparos en el empleo de alguna palabra o giro,
que no pueden señalarse sin atrevimiento casi herético, y que mi respeto y mi
admiración por el gigante asumen, consciente de un origen o desvío más
geográfico que otra cosa; y que, en todo caso, no empañan este cabal ejemplo de
dominio de la Lengua Española a la que siempre profesamos la más alta devoción.
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