viernes, 12 de septiembre de 2014

Viura, humm...



De antemano declaro mi sencillez, mi condición de aficionado a secas, aunque tal expresión pueda sonar a bromista juego de palabras.
Lejos de mí la ambición y la jactancia (de los prepotentes “entendidos”, de los poderosos de cartera interminable, de los sabios y especialistas) que acaso me habrían estorbado en mi laboriosa adscripción al hábito de degustar los variados líquidos que los dioses (y la evolución inteligente y sensible de los viticultores) nos han ido concediendo como dones del paladar, como luces maravillosas que nos hiciesen volar, flotar hasta el sueño de una noche de verano.
En este sendero de admiraciones, de gozos, de encuentros, y consciente de la infinita serie de vinos que desconozco y con los que jamás tendré la dicha de mojarme los labios, descubro por casualidad y por primera vez un Cune, un Cvne blanco y nada lujoso, en cuya etiqueta se nos informa de que la vendimia es manual y la uva, principalmente Viura.
Su 12% de volumen de alcohol no nos inquieta y con el arte necesario llegamos a la remota esquinita de dulce casi adolescente que se inserta en su sabor, joven y cercano como el amor (“que se quite, que se quite”) del sueño de aquella noche de verano de los años 80.
¡Salud!

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