Cuando despertó de la siesta, tuvo la sensación de haber
escrito algo; pero era como parte del sueño, de una condición insegura o
irreal.
Bebió un vaso de agua, conectó el televisor, resignado a
padecer la programación de los sábados por la tarde. Todavía estaba medio
aturdido, sin despertar del todo, y la sensación volvía. Examinó la mesa de
trabajo, los borradores, las notas manuscritas por desarrollar.
Nada. Un poco intrigado, encendió el ordenador; y en
efecto, estaba ahí, un asunto redactado… ¿en qué momento?
Conocía la expresión “laguna mental”. Recordó haber
vivido algunas, tiempo atrás, cuando, en Madrid, por la mañana no podía
precisar el itinerario, la combinación de calles por las cuales había regresado
a casa conduciendo, la noche, la madrugada precedente. Aquello era fácil de
atribuir a las copas trasegadas, nada que ver con el comportamiento veleidoso
de una memoria general que, sin control aparente, filtraba, retenía o expulsaba
los datos y los acontecimientos mediante una selección harto azarosa que no
dependía, por lo visto, de su voluntad.
Claro que la ingesta (qué palabrita técnica) de ese mediodía
no había sido abundante; pero la rebaja considerable de la dieta… y aquella
siesta sin escapatoria, a pesar del café…
Revisó lo redactado; un poco absurdo pero puede que
sirviera. La intención cotidiana del blog era ya un tren a punto de atropellarlo.
Pensó: “un submarino lanzando torpedos contra el Hipocampo”.
Ahora duda si dejará navegar este comentario presente por
el “jodío internete”.
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