lunes, 29 de septiembre de 2014

Tras la siesta



Cuando despertó de la siesta, tuvo la sensación de haber escrito algo; pero era como parte del sueño, de una condición insegura o irreal.
Bebió un vaso de agua, conectó el televisor, resignado a padecer la programación de los sábados por la tarde. Todavía estaba medio aturdido, sin despertar del todo, y la sensación volvía. Examinó la mesa de trabajo, los borradores, las notas manuscritas por desarrollar.
Nada. Un poco intrigado, encendió el ordenador; y en efecto, estaba ahí, un asunto redactado… ¿en qué momento?
Conocía la expresión “laguna mental”. Recordó haber vivido algunas, tiempo atrás, cuando, en Madrid, por la mañana no podía precisar el itinerario, la combinación de calles por las cuales había regresado a casa conduciendo, la noche, la madrugada precedente. Aquello era fácil de atribuir a las copas trasegadas, nada que ver con el comportamiento veleidoso de una memoria general que, sin control aparente, filtraba, retenía o expulsaba los datos y los acontecimientos mediante una selección harto azarosa que no dependía, por lo visto, de su voluntad.
Claro que la ingesta (qué palabrita técnica) de ese mediodía no había sido abundante; pero la rebaja considerable de la dieta… y aquella siesta sin escapatoria, a pesar del café…
Revisó lo redactado; un poco absurdo pero puede que sirviera. La intención cotidiana del blog era ya un tren a punto de atropellarlo. Pensó: “un submarino lanzando torpedos contra el Hipocampo”.
Ahora duda si dejará navegar este comentario presente por el “jodío internete”.

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