Qué podríamos decir: te echábamos de
menos, a ti, la auténtica, la genuina Milá.
Aunque fueras otrora marisabidilla, rebelde
resabiada y voluble, autocondecorándote de periodista
exigente, investigadora rigurosa e
íntegra, bla, bla, bla, luego, para nuestro asombro, te pasaste con armas y
bagajes a la cosa de las frivolidades y (ventajista diplomada, con tu rodaje
muy hecho y tus trucos de profesión) te especializaste en vapulear a tus presas de caza menor, siendo
tu más honrosa anécdota para la Historia la que se recuerda de cuando el
maestro Umbral, que era por el contrario cazador máximo, te cortó el rollo. Te
dedicaste a trincar los jugosos
dividendos de la teletontería y, lo que nos faltaba, te pusiste a lucir tardío
escote, puede que retocado, y audacias grotescas de pasota, con patética
vanidad de veterana.
Pero “la pela es la pela” (si no, que se
lo pregunten a esos dirigentes “ejemplares” de tu comarca), lo que bien podría
ser el lema, la divisa de una bandera más apropiada que ésa, híbrida de la del
Reino de Aragón y de la de Cuba, que tanto se pasea ahora por ahí.
Gran diferencia con el estilo natural y bien puesto
de Lorenzo (quien seguro te disculpará las volubilidades, la familia es la
familia, hija mujer), te seguimos, fascinados por ese reciclaje tuyo que en
pañales deja al de San Pablo. Y lo mejor ahora, al verte, es que no podemos
dejar de recordar a José Mota, ese maestro que te mejora con su parodia.
Bienvenida a la nueva edición, maestra.
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