Singularidad, peculiaridades, federalismo asimétrico. Ahí
es nada.
Con un rollo excluyente de extravagante “superioridad”,
con una imponente frescura y bajo la máscara chunga de una ficción que revuelve
y falsea la Historia y la política con patrañas retóricas, se plantea el timo.
Consiste en la intención de que la igualdad y la
solidaridad, la equidad en el reparto de derechos y deberes, teorías que todo
el mundo defiende (¿de boquilla?), se vayan a hacer puñetas.
Se trata de obtener a todo trance un trato con
privilegios y ventajas especiales para unos, y los otros, que se jodan, porque el que no llora, no mama, pero está
claro que no hay pañuelos bastantes si todos nos volvemos lloricas
simultáneamente.
Pretender ese impresentable ancho del embudo es estilo de
trileros. Y sí, casualmente se va destapando la marea de líos que caracteriza a
los impulsores más visibles del proyecto.
El personal no da crédito a tanto desafuero. Y puede que
sea el momento de preguntar a los “modernos” qué van a hacer si llegan al timón
de la nave: ¿cortar con los agravios comparativos, con los fueros divisores y
humillantes, los que hay y los que se andan exigiendo?
Decid algo, cachondos.
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