Puesto que, desde hace años, sobrellevamos la
avalancha de cantantes negros/arábigos que retuercen hasta el infinito las
volutas imaginativas, caprichosas, excesivas de sus líneas melódicas (ya un
poco hechos en serie como toda moda avasalladora o escuela exitosa que se
precie), seguimos echando de menos a Ray Charles.
Tan sabio como sobrio* y tan poderoso
como medido, con más intención, veteranía, conocimiento, estilo, recursos,
inspiración, sello y todo lo demás que se debe tener, este cantor con
mayúsculas, este genuino músico de altura, anchura y hondura, nos dejó señales
y referencias que deberían servir de valioso ejemplo a las hordas presentes y a
las que han de venir.
Su “¿Qué
dije?” legendario puede servir como muestra de lo que una gran canción, tan
elemental como llena de sentimiento, y una extraordinaria interpretación dan de
sí, para todos, para siempre. Yo era un niño cuando tuve la suerte de
escucharla por primera vez, y durante décadas ha seguido pareciéndome de
primerísima calidad, sensual, valiente.
El repertorio de Ray fue variado,
dilatado en tiempo y posibilidades, útil para demostrar lo que es un maestro de
generaciones, un genio del que los presuntuosos novatos con más ínfulas que
arte, los afroamericanitos clónicos siempre tendrán mucho que aprender.
* Y no me refiero al Quality Tennessee
Sour Mash ...etc.
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