Parece absolutamente incomprensible que nuestros
legisladores no se atrevan a multiplicar por diez, o incluso por más, las
sanciones previstas para, por ejemplo, la comisión de los incendios provocados,
atroz salvajismo reiterado que llega a las noticias llenándonos de rabia y de
impotente indignación.
Las imágenes del último, ocurrido de nuevo en esa tierra
gallega que mucho queremos, eran anoche una pavorosa pesadilla en cualquier
emisora de televisión.
(Hasta aquí, la previa y muy seria digresión que al
asunto corresponde.)
Y claro que la persona visible que nos lo contaba en la
pantalla repitió que la guardia civil, etc., está investigando para descubrir y
detener al pirómano.
Después de lustros de sufrir, con estoicismo y paciencia
cristiana, los desafueros analfabestias de los “moernos”, progres y demás obtusas
gentecillas antojadas de ingeniería social, de revisionistas campañas para la
forzada igualación de sexos y otras memeces no, por serlo, leves:
estamos a la expectativa de que, tras cansinas
inmersiones en la infragramatical moda de “los ciudadanos y las ciudadanas, los
compañeros y las compañeras”, etc., no quede mierdoso (ni mierdosa, por favor)
sin desglosar ni matizar ni precisar que, como en las noticias sobre asaltos,
crímenes variados y así, las personas a ello dedicadas se nombran activa,
expresamente como los delincuentes, los asaltantes, los atracadores, los
asesinos… sin posible renuncia, ipso facto, con vertiginosa inmediatez, haya
que añadir las delincuentes (que no
delincuentas, igual que es ordinariez decir presidentas), las asaltantes (que no asaltantas), las atracadoras (aquí lo tenéis fácil, panda de ignaros) y las asesinas, porque bien podrían ser
de ese colectivo feministoide-protestón que, con su conocida cuadrilla de
apoyo, tan tediosa barrila nos viene proporcionando.
Y es que no leéis, no estudiáis, no frecuentáis los
diccionarios, so cafres.
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