Me limité a impartir unas cuantas instrucciones, por
igual sencillas e importantes, y claro que eficacísimas, pero que ellos, en su
bisoñez, ignoraban.
Fui viendo acrecentarse la admiración en sus rostros;
incluso llegué a percibir algún matiz leve de confusa envidia.
Cuando me marché, precedido del noble O´Neill, y los dejé
con sus prácticas, ellos, la Federación de Arqueros de Navarra, seguían
desconociendo que, en otra reencarnación, yo fui el Señor de un inexpugnable
bosque legendario y las gentes me llamaron...
Hood: Robin Hood.
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