domingo, 13 de octubre de 2019

Ayer, a mediodía

(Detrás de cada madrugón
-- ese capricho cotidiano --,
de la cabeza al corazón,
los tumultos del pensamiento:
imágenes de aluvión,
unas, remotas, otras, a mano,
una suerte de sinrazón
zarandeada por el viento.)

Redondeando los matices
excéntricos de nuestra vida,
sólo faltaba la filigrana
de tener una hija vegana.
Así que en Cádiz, en el almuerzo
me expone sus teorías,
mientras con un levísimo esfuerzo
atiendo a esa pedagogía.
De mis croquetas de jamón
a su castizo salmorejo
hay un puente de comprensión:
no parece que estemos lejos.

La canina paciencia de Lolo
nos escucha la melodía,
los pros, las contras del protocolo,
los pleonasmos y analogías.
Absortos con las gaviotas,
¿cómo no íbamos a dar la nota?
Somos un trío tan peculiar
que en un descuido nos remoja
una ola suelta del mar.

Y mandamos un "selfi" a Maritere
que, a fuer de cuidadosos,
hacemos, cariñosos, los deberes.

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