domingo, 4 de febrero de 2018

Maldades elegantes

Una digresión preliminar: estaba cantado -- se veía "de" venir -- que el enredo de las palabras con género terminaría por encallar en algunos arenales de la confusión y el absorto titubeo, sobre todo después de que lo invadiesen y saquearan las ideologías perversas y manipuladoras.
Así que (casos hay) de la juez o la jueza. Pero ¿qué se está haciendo cuando se nos presenta la ocasión de nombrar a una instrumentista del helicón o (para que no se nos acuse de malintencionados) del anemocordio, por ejemplo? ¿Música? O a una ciudadana que, ingresando en las Fuerzas Armadas, corre el albur de ser llamada ¿soldado?, porque lo de soldada... 
Sostenemos que el oído ya sufre bastante y no conviene retorcerlo más allá de Eurovisión.
Una fórmula no exactamente salomónica pero sí airosa, fue la de diseñadores para los modistOs de moda y sus singulares o plurales debilidades.
Y ya estamos aquí, Tarradellas: "El hilo invisible" retrata con maligna eficacia un ambiente rayano en el sadismo, principalmente a cargo de un trío de personajes de peligrosa y cruel parsimonia, dentro de un innegable marco de refinamiento, tiranía, obsesiones, dependencias psicológicas tan inquietantes como odiosas, sometimientos especulares y, en fin, un desarrollo de argumento e imágenes que se van espesando hasta el horror de boa constrictor que tiene lo ominoso. Todo rebozado en predominante y pulcra luminosidad, sofisticación y lujos reverenciales.
La presencia de la banda sonora, con su alto protagonismo, subraya por su parte el carácter de este film, y el relevante papel de sus actores.     

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