martes, 23 de enero de 2018

Con el propósito

de darle un descanso a los dos o tres monotemas que hogaño enturbian nuestros aires, transcribo aquí la letra de una canción que compuse a finales de los 70 del siglo pasado, por Dios, cómo pasa el tiempo, y que correspondía a otras visiones quizá algo frívolas pero de una cierta sustancia que someto a la aprobación de Vuesas Mercedes.
No descarto recurrir alguna otra vez a este expediente, en aras de la oxigenación de las neuronas sobrevivientes.

Cuentan antiguos libros de aventuras
que algunos navegantes se perdían
y que eran seducidos con finura
por unos suaves cantos que se oían;
y afirman los que vieron las sirenas
que no hay una mujer que se compare
(rubias o pelirrojas o morenas)
a aquellas criaturas de los mares...
Que ya se sabe qué es la fantasía
y el llenarse el caletre con los sueños
imaginando que la Luna, un día,
se te enamora y que eres tú su dueño.   

Risueñas, las sortijas de tu pelo
al júbilo en tus ojos hacen marco;
tu voz de terciopelo funde el hielo
y pone velas nuevas en mi barco.
A pique de perder hasta la sombra
y el propio rumbo de la singladura,
Sirena, por tu canto que me nombra,
tu derramada gracia y tu dulzura...
he de seguirte donde tú me lleves
buscando los rumores de tu senda
en las olas del mar en que te mueves,
volviendo* ciertas todas las leyendas.

*(Es la única palabra que sustituye a la original.)

1 comentario:

  1. Esta vez el anónimo como tal comparece, pues la sola evocación común a la SIRENA, aún mediando tantos años entre una y otra, hará sin duda descifrar el anonimato.
    ¡Ah, Sirenas de todos nuestros mares! Ariel... Rusalka..

    ResponderEliminar