lunes, 18 de diciembre de 2017

El derecho, ¿a qué?

Razonar con vosotros, intentar que lo hagáis, es lo mismo que hablar con una pared.
Predicar en el desierto.
Toda la construcción de esa pirámide de mentiras en que consiste vuestro "relato" (valiente murga), la engañosa panorámica que fabrica -- que ya he oído que os comparan con Matrix --, se funda en una previa y delirante falacia: la pretensión de que existe un derecho a decidir que incluye esa arbitrariedad gigantesca, esa burda trampa de que no decidimos todos sino sólo aquéllos que os convienen.
Esa hojarasca que va a ser que no, que no cuela, troncos.

-- Agotador, ¿no?
-- Y aburridísimo. Por cierto, ¿pudiste con el debate de anoche?
-- Sólo la primera ronda: ¡los siete magníficos, ya te digo!
-- Inercia de autómatas; cansancio; desgaste; mediocridad. Incluída la "tele" esa, a pesar de su empeño en inflar la propia importancia y las expectativas del show soporífero.
-- Un tostón, "oyes".  

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